Bajaron los ángeles, besaron su rostro, y cantando a su oído dijeron: - Vente con nosotros. Vio el niño a los ángeles de su cuna en torno, y extendiendo los brazos les dijo: - Me voy con vosotros. Batieron los ángeles sus alas de oro; suspendieron al niño en sus brazos y se fueron todos. De la aurora pálida la luz fugitiva alumbró a la mañana siguiente la cuna vacía.
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