El segundo mandamiento de la Ley de Dios dice así: No tomarás el nombre de Dios en vano.
Toma el nombre de Dios en vano quien blasfema o lo usa sin el debido respeto.
Blasfemar es decir palabras o hacer gestos injuriosos contra Dios, la Virgen, los Santos o la Religión.
La blasfemia es pecado gravísimo porque el blasfemo insulta a Dios, que es infinitamente Santo y, además, su Creador y Redentor. La blasfemia está castigada por las leyes divinas con el infierno.
Usa el nombre de Dios sin el debido respeto quien jura sin verdad, sin justicia o sin necesidad, y quien no cumple sus votos.
Jurar es poner a Dios por testigo de lo que decimos o prometemos. El juramento es un acto agradable a Dios, siempre que se haga con verdad, con justicia y con necesidad.
El juramento sin verdad es siempre pecado mortal, como el que comete quien jura por Dios que ha pagado una deuda sin haberla pagado.
El juramento sin justicia, es decir, con un fin malo, es pecado mortal o venial, según que la materia sea grave o leve. La persona que jurase matar a otra, por ejemplo, cometería un pecado mortal.
El juramento sin necesidad es el del que jura por Dios que es verdad una cosa cuando le bastaba decir sí o no, es decir, cuando no hay motivo alguno que justifique el juramento. El juramento sin necesidad es pecado venial si juramos con verdad y con justicia.
También peca contra este mandamiento el que hace voto o promesa a Dios de hacer alguna cosa buena y luego no la hace o tarda mucho tiempo en hacerla.
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