domingo, 28 de julio de 2019

NUESTRA GENEROSIDAD

Ella le preguntó: "¿A cuánto estás vendiendo los huevos?". 
El viejo vendedor respondió: "10 céntimos por un huevo, señora".
Ella le dijo: "Tomaré 6 huevos por 50 céntimos o me iré". 
El viejo vendedor respondió: "Lléveselos al precio que quiera. Puede ser este un buen comienzo porque hoy no he podido vender ni un solo huevo".
Ella tomó los huevos y se fue sintiendo que había ganado. Se subió a su lujoso automóvil y se fue a un elegante restaurante con su amiga. Allí, ella y su amiga, ordenaron lo que les gustaba. Comieron un poco y dejaron mucho de lo que ordenaron. Luego ella fue a pagar la cuenta. La factura le costó 350 euros.  Dio 400 y le pidió al dueño del restaurante que se quedara con el cambio.

Este incidente podría haber parecido bastante normal para el propietario, pero muy doloroso para el vendedor de huevos pobre.
La cuestión es:
¿Por qué siempre demostramos que tenemos el poder cuando compramos a los necesitados? ¿Y por qué somos generosos con aquellos que ni siquiera necesitan nuestra generosidad?

Una vez leí en alguna parte:
"Mi padre solía comprar productos simples a los pobres a precios altos, aunque no los necesitaba. A veces solía pagarles más. Me preocupé por este acto y le pregunté por qué lo hacía. Entonces mi padre respondió: "Es una caridad envuelta en dignidad, hijo mío".

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