martes, 9 de julio de 2019

MORADA DEL CIELO (Fray Luis de León)

Alma región luciente,
prado de bienandanza, que ni al hielo,
ni con el rayo ardiente
falleces, fértil suelo,
producidor eterno de consuelo.

De púrpura y de nieve
florida la cabeza coronado,
a dulces pastos mueve
sin honda ni cayado
el buen pastor en ti su hato amado.

Él va, y en pos dichosas
le siguen sus ovejas, do las pace
con inmortales rosas,
con flor que siempre nace,
y cuanto más se goza, más renace.

Ya dentro a la montaña
del alto bien las guía, ya en la vena
del gozo fiel las baña,
y les da mesa llena,
pastor y pasto él solo y suerte buena.

Y de su esfera cuando
la cumbre toca altísimo subido
el sol, él sesteando,
de su hato ceñido,
con dulce son deleita el santo oído.

Toca el rabel sonoro,
y el inmortal dulzor al alma pasa,
con que envilece el oro,
y ardiendo se traspasa,
y lanza en aquel bien, libre de tasa.

¡Oh son, oh voz, siquiera
pequeña parte alguna descendiese
en mi sentido, y fuera
de sí el alma pusiese,
y toda en ti, oh amor, la convirtiese!

Conocería donde
sesteas, dulce esposo, y desatada
desta prisión adonde
padece, a tu manada
junta, no ya andara perdida, errada.

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